lunes, 18 de junio de 2012


Paisaje


Se ve desde la ventana de la casa junto al río un deambular de pájaros, los ojos del anciano
capturan cada trazo del paisaje. Hay gotas que caen como lágrimas entre los remansos de las
aguas. El anciano clava la mirada en un punto del firmamento, en un arco iris, unos ojos en
el horizonte.  Junto a la ventana llueven gotas de  rocío, el anciano llora ya que en ese paisaje
está el pasado, sus lágrimas caen despacio. El lugar es muy bello, tanto como sus antiguos
amores de juventud. Su mente desvaría, por eso junto al río ve unos fantasmas girar sobre
sus talones, son tres fantasmas, uno con forma de mujer y los otros dos son niños. Ellos
juegan, aparecen y desaparecen junto a una bruma traslucida. En el paisaje se ven los
pájaros, hermosos colibríes junto a las  flores del río donde los caballos salvajes se acercan a
beber. Esos tres fantasmas miran al anciano, y con unos espejos le hacen guiños. El anciano
ríe, también llora, sus recuerdos vagan en esos fantasmas del pasado. - ¿Qué he hecho? 
Piensa él, ¿Esos son mis recuerdos?, los recuerdos de un instante precioso, mis hijos  mi
mujer. El pasado le juega algo siniestro, junto al río van caminando esas figuras y frente a él
demonios escondidos, manos, unos ojos azules que devoran los peces luminosos.
Comienza a llover muy fuerte, como si la naturaleza conspirara contra la ventana. Un frío
entra por ella cerrando la puerta de la habitación. Luego aparece un sol brillante, el paisaje se
vuelve agreste, la luz ilumina el horizonte. Aparecen unos perros que van cazando peces y
los traen a tierra.  Pero la noche empieza a cubrir con su sombra el lugar, se acercan al río y
la luna roja como la sangre pura acecha la bastedad del campo. Ve de a poco los seres 
fantasmales  chapotear  entre la neblina, luego dos búhos aparecen, son búhos blancos que
cazan a los ratones. Los caballos están dormidos. Y muy despacio, unos lobos irrumpen, sus
ojos son intensos y un silbido remarca el suspenso de la luna roja. Los fantasmas van hacia el
monte, se escuchan gritos mortales, luego aparece una sombra inmensa sobre el agua del río,
titilan las luces  y un grito ensordecedor se siente, caen manchas  de sangre sobre la  ventana
y el anciano cierra sus ojos, lamenta eso. Luego todo silencio, las figuras aparecen, y los
niños van caminando por la costa y con la mujer, el anciano busca sus rostros pero no los ve, 
no adivina la imagen distorsionada en ellos, como si el mismo olvido se llevara esas caras, y
un eco lejano conmueve las paredes de la casa.
Los búhos vuelan sobre el río, el paisaje vuelve a estar calmo, cae nieve, los perros acechan
una presa en el agua. Los fantasmas cruzan la isla y se pierden dejando una estela a su paso. 
El anciano recuerda esos días de juventud, cuando amaba a su mujer y a sus niños; en el
firmamento es la ventana de la vida, esa ventana le muestra el paisaje, un eterno  ventanal
hacia el pasado, y entonces escucha una voz.: –¡ “Pedro, olvida tu pasado, no mires por la
ventana, olvida tu pasado”! Pedro, con sus manos temblorosas toca el vidrio, un fuego le
recorre por la piel.
Ve los rayos y una tormenta apocalíptica frente a él, y miles de alas de pájaros,
– ¡“Pedro olvida tu pasado, olvida no mires por la ventana”!
El anciano  bebe un trago de vino, toma su saco y cierra las cortinas.
Baja por el corredor y va hacia planta baja de la casa.
Camina hacia el arroyo, todo se llena de silencio y siente como si siempre hubiera estado allí,
entonces alguien lo observa, como si Dios mismo o el destino jugara con él.
Camina hacia el agua tras los peces, ve los tres fantasmas correr,  los caballos se espantan,
los búhos vuelan lejos y siente algo en su espalda, y escucha una voz: –“No mires, no por
favor! , No puede soportar esa voz , da media vuelta y ve con horror su casa, a un hombre en
la ventana mirándolo, como si fuera él ese sujeto.
La figura desaparece, el anciano vuelve a su casa, mira su habitación, pero no encuentra
nada, solamente unas huellas en el vidrio. Frente a él divisa como los fantasmas se funden en
el paisaje junto a las aguas, y cierra la ventana.

JAVIER DICENZO