Los dos nadadores
“ Ser original depende de la vida” El autor
Era un día extraño, los dos nadadores caminaros hacia la
playa, en un lugar de Mar del plata, habían estado hablando de tiburones. Uno de ellos le dijo a su compañero: - Hoy es
buen día para pescar tiburones, vamos.
Tomaron la lancha y se adentraron hasta alta mar y con un pedazo de carne
comenzaron a saciar su hambre.
-Imagina lo hermoso que es matar tiburones, dijo Juan
el otro llamado Pedro le respondió:
-Si es verdad toda nuestra vida es como un poema donde los
tiburones arrancan un pedazo de nuestro corazón.
Juan tomó un cuchillo largo y se tiró al mar, de pronto
apareció un tiburón enorme y la pelea fue sangrienta el pez le quitó la vida,
solo quedaba sangre sobre la superficie del agua.
Pedro quedó mirando el infinito como si el destino decidiera
que se perpetuara lejanamente. Volvió con la lancha y entró al hotel donde se
habían hospedado con Juan.
Tomó una botella de vino y comenzó a escribir una carta:
“Hermosa Lucrecia tu marido
ha muerto peleando salvajemente con un tiburón, te escribo esto para tu bien ya
que yo también moriré esta tarde porque el honor de todo hombre de mar es morir
entre los tiburones”. Pedro firmó la carta se dirigió hasta un correo y la
despachó. Luego subió a la lancha y se fue hasta alta mar.
Tomó un cuchillo miró como el agua estaba embravecida ese
día todos los dioses del mar conspiraran y la naturaleza era un demonio en su
conjunto.
Tiró carne en el agua y esta se llenó te tiburones, miró el
cielo nublado, acechando los horizontes, y gritó, gritó con todas sus fuerzas
diciendo:
-¡Dios! Te desafío a que me complazcas, y a nuestros
antepasados, te desafío. Luego comenzó a llorar, y gritó ¡ Dios! Voy hasta tu
eternidad, espero morir con los brazos cruzados en el mar vuelvo a mi destino.
Se tiró a las olas y poco a poco fue un susurro de gaviotas que colmaron las
ondas de los tiburones, la paz de un día elegido. Despacio la tarde se fue
poniendo y vino la noche como si una sospecha cruzara las aguas, un barco pasó
y vió la lancha vacía, un marino gritó:
¡Miren! Una lancha a la deriva. El marino bajó a la
embarcación y luego en tierra, supo que ese día habían estado dos hombres
comunes luchando contra un destino en medio del firmamento, un destino, cuando
llegaron a la habitación de los nadadores guardavidas encontraron una enorme
botella llena de colmillos de tiburones con una iscripción que decía:
Juan Y pedro
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