martes, 19 de febrero de 2013

LOS DOS NADADORES


Los dos nadadores

“ Ser original depende de la vida” El autor

Era un día extraño, los dos nadadores caminaros hacia la playa, en un lugar de Mar del plata, habían estado hablando de tiburones.  Uno de ellos le dijo a su compañero: - Hoy es buen día para pescar tiburones, vamos.
Tomaron la lancha y se adentraron hasta  alta mar y con un pedazo de  carne  comenzaron a saciar su hambre.
-Imagina lo hermoso que es matar tiburones, dijo Juan
el otro llamado Pedro le respondió:
-Si es verdad toda nuestra vida es como un poema donde los tiburones arrancan un pedazo de nuestro corazón.
Juan tomó un cuchillo largo y se tiró al mar, de pronto apareció un tiburón enorme y la pelea fue sangrienta el pez le quitó la vida, solo quedaba sangre sobre la superficie del agua.
Pedro quedó mirando el infinito como si el destino decidiera que se perpetuara lejanamente. Volvió con la lancha y entró al hotel donde se habían hospedado con Juan.
Tomó una botella de vino y comenzó a escribir una carta:
“Hermosa Lucrecia tu marido ha muerto peleando salvajemente con un tiburón, te escribo esto para tu bien ya que yo también moriré esta tarde porque el honor de todo hombre de mar es morir entre los tiburones”. Pedro firmó la carta se dirigió hasta un correo y la despachó. Luego subió a la lancha y se fue hasta alta mar.
Tomó un cuchillo miró como el agua estaba embravecida ese día todos los dioses del mar conspiraran y la naturaleza era un demonio en su conjunto.
Tiró carne en el agua y esta se llenó te tiburones, miró el cielo nublado, acechando los horizontes, y gritó, gritó con todas sus fuerzas diciendo:
-¡Dios! Te desafío a que me complazcas, y a nuestros antepasados, te desafío. Luego comenzó a llorar, y gritó ¡ Dios! Voy hasta tu eternidad, espero morir con los brazos cruzados en el mar vuelvo a mi destino. Se tiró a las olas y poco a poco fue un susurro de gaviotas que colmaron las ondas de los tiburones, la paz de un día elegido. Despacio la tarde se fue poniendo y vino la noche como si una sospecha cruzara las aguas, un barco pasó y vió la lancha vacía, un marino gritó:
¡Miren! Una lancha a la deriva. El marino bajó a la embarcación y luego en tierra, supo que ese día habían estado dos hombres comunes luchando contra un destino en medio del firmamento, un destino, cuando llegaron a la habitación de los nadadores guardavidas encontraron una enorme botella llena de colmillos de tiburones con una iscripción que decía:

La Paz de Dios es La paz de los hombres

Juan Y pedro 

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