El hombre del cine
( Las historias se descubren ) el autor
Era una mañana clara como un eterno sueño, el hombre del
cine caminó hacia su cuarto, había pasado unas noches sin dormir. Aquellos días
eran extraños, hacía unas cien noches que había vuelto de un viaje, pero esos
tiempos extraños sucedían como potros de un cielo de míticas estatuas. El
hombre estaba un poco loco, ya hacía mucho que habían decretado que era único
en esa ciudad de San Diego. La ultima película que vió era de unos médicos
asesinos. Era casi fin de año y el hombre del cine ,como todo el mundo lo llamaba,
partió una vez mas hacia la estación, perdería su ultima carreta hasta que la eternidad de la muerte
lo atrapara hacia el infinito. Entró al cine y miró todo el espacio que lo
rodeaba, estaba solo en medio de un ritual que ya llevaba unos diez años mas o
menos, era el ultimo hombre de San Diego esa ciudad perdida en medio de Estados
Unidos. Una mujer entró, le dijo:
-
Señor, usted terminará esta etapa del viejo cine “ Las Vegas”. Luego demoleremos este lugar
para levantar un edificio moderno de 30 pisos.
Era una mañana clara y despertó, se dió cuenta que estaba en
un cine y que se llamaba Carlos Martín,
la película terminaba justo cuando el estaba semidormido. Salió del cine
y caminó por una calle angosta, luego vió como el tren paraba.
Pasaron unos soldados, miró el cartel que decía: “Próxima
parada San Diego”, al bajar del tren se
dió cuenta que una mujer lo seguía.
- ¡ Señor! Disculpe,
¿ Usted es el hombre del cine?
-Le ruego que vuelva ya que está caminando hacia el pasado y
le recomiendo que no vaya tan deprisa.
Carlos Martín fué hacia el cine en medio de la ciudad San
Diego en el año 1975 entró en el cine y observó a unas mujeres con niños, se
acercó a una chica, ella estaba abrazada
a su novio.
- Disculpe, señorita,
¿ Usted como se llama? .
-Marina, le respondió.
- Una pregunta, ¿Que película pasan hoy?
-Señor no me moleste estoy con mi novio, la señorita volteó
la cara.
De pronto se dió cuenta que había una persona conocida pero
la luz se apagó.
Las espadas se cruzaban frente a sus ojos, miraba de reojo a
la multitud de gente pero no reconocía a nadie. Luego de la función caminó
hacia una casa rosa en medio de un descampado. Tocó la puerta y un señor
apareció, era un carpintero que lo miró de arriba abajo. Entonces reconoció el
rostro de su padre que según el tendría su misma edad, el carpintero le preguntó:
-
Señor, ¿Que desea?. En este momento estoy cambiando los
pañales a mi hijo con mi mujer; Carlos no dijo nada.
-
Pero disculpe
creo que tiene algún parecido a alguien de mi familia.
Retrocedió temeroso,
se dió cuenta que estaba en su pasado como en una película de terror, la vida o
el destino le jugaba algo siniestro, pero siguió caminando por una calle
de San Diego, poco a poco vió pasar todo el pasado frente a
sus ojos. Entró en un café y tomó un papel que le pidió a un mozo del bar y
consumió un té con un pedazo de pan con azúcar, comenzó a escribir una historia
que es la siguiente:
Había un cine en medio de un lugar Junto a un río de Europa,
todos los fin de semana pasaban películas y allí iban los intelectuales de toda
la ciudad. En el cine se daban las de Hollywood. Allí iba un grupo de amigos a
mirar…
Carlos dudó si seguir con la historia, estaba nervioso, el
pasado y el presente se juntaban
Por eso salió del bar se dirigió a un puente que daba al río
de San Diego, quería escapar del pasado; pero, ¿Dónde estaría la salida?, como
ya no sabía hacia donde ir. Se dirigió a una iglesia, era donde alguna vez
había entrado vestido de blanco con su novia.
Al transponer la puerta
sintió algo raro, la fachada del edificio estaba derrumbada y así siguió
caminando, todo al su alrededor estaba destruido. Continuó hasta que llegó a la
entrada de la ciudad y vió el cartel que decía: “10 kilómetros hasta
San Diego”.
Al tomar la carroza sintió que estaba liberado a su lado
estaban dos niños con una pareja. La carroza surcó un trayecto extraño hacia un
castillo que se divisaba cercano a lo que podría ser su futuro. Pero de pronto
la carroza paró en medio de un descampado.
Y ante su mirada estaba un cielo inmenso, era la entrada a
un lugar extraño. En la puerta había un cartel que decía: “Museo del cine de
Nueva York”. Cruzó y no había nadie,
todo estaba en penumbras, era un lugar hermoso pero silencioso. Advirtió una
galería de cuadros llenas de fotos, miles de fotos frente a sus ojos, y comenzó
a mirarlas, sus lágrimas cayeron de a poco. Eran todos los momentos de su vida,
Carlos Martín regresó a su presente con una mano en su bolsillo, frente a la
estación subió al tren, ese tren fue cruzando varias ciudades que poco a poco
se transformaron en lugares conocidos, luego cuando el tren paró, al bajar, vió
una anciana que abría una puerta de una casa. El hombre del cine tranquilamente
cruzó la ciudad y muy despacio entro a una casa, cuando se durmió, una chica lo
estaba despertando, diciéndole:
-Señor, la película ya ha terminado, y al salir del cine,
sintió como la pareja se alejaba abrazados frente al horizonte de San Diego.
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